El considerado por muchos “mejor chef del mundo” sufría, la tarde de ayer miércoles, un aparatoso accidente en un establecimiento asturiano. El empresario y gurú de la gastronomía, aprovechando su paso por nuestra región, quiso probar los sabores más auténticos del Principado. Y para descubrirlos, se desplazó hasta “Casa Josín”, en la localidad de Sotres, Cabrales.
Allí, en plena naturaleza, lejos los caza autógrafos y los selfies, podría conversar de tú a tú con otro creador como él: Josín Castaño. El chigrero, desconocedor de quién era su misterioso comensal, le servía una tapa de cabrales acompañada de su mejor sidra.
“Las sidra asturiana es casi tan deliciosa como la vasca”
Exclamaba Adrià, tras beber un culete, mientras se pasaba una mano, muy pensativo, por la barbilla. Josín, ofendido por el comentario pero manteniendo la educación, procedía a servirle un cesto de pan para acompañar el queso.
“El cabrales es el hermano pobre del Roquefort francés”
Decía el chef catalán, con voz profunda y la miraba perdida en el infinito. Josín, visiblemente alterado, arremangaba entonces su brazo derecho. Pero Adelina, su señora, salía corriendo de la cocina y lograba apaciguar su genio. Fue entonces cuando Adrià pidió un plato más contundente. La sidra y el queso, no habían logrado sorprenderle, pero si abrirle el apetito.
Minutos después, recibía en su mesa la receta de moda en Asturias, el plato estrella del establecimiento: cachopo de cecina con queso de cabra. La cocinera, visiblemente nerviosa, se mordía compulsivamente las uñas. Josín, resoplando por la boca, clavaba sus ojos en el comensal. Y Adrià, tras probar un pequeño bocado, levantaba la mirada y sentenciaba:
“El cachopo no deja de ser una croqueta”