Antonio Miranda González, natural de Oviedo y de 42 años, vivía ayer una auténtica “pesadilla antes de Navidad”, y no nos estamos refiriendo a la conocida película de Tim Burton.
El año pasado había asistido, junto a toda su familia, a una idílica nochebuena en casa de su hermana. En 2016, todo había sido tan perfecto, que el listón había quedado dramáticamente alto para el protagonista de esta historia. Porque sí, lo habéis adivinado, este año “tocaba” en casa de Antonio.
La presión era máxima, y en los primeros compases de la velada ya se mascaba la tragedia. Los sobrinos gritaban como gochos en la matanza, la abuela no encontraba postura en el sofá, y una disputa por el mando a distancia de la tele producía las primeras “fricciones” de la noche.
Pero poco a poco, las aguas volvían a su cauce. Antonio se fue sintiendo cómodo y rozaba la gloria con los dedos. El menú, sabiamente “externalizado” a una empresa de catering, recibía grandes elogios. Las conversaciones sobre política habían sido hábilmente evitadas. Los 20 kilos que había engordado su hermana no fueron mencionados en ningún momento. Incluso, el hecho de que su cuñado acabara de ingresar en Villabona por delito fiscal, tampoco había sido señalado por nadie.
Pero entoces, en un simple instante, concretamente a las 23:14 de la noche, todo se fue al traste por un pequeño detalle.
Antonio… ¡tenemos que date la enhorabuena! ¡taba todo de cine! Venga… ¡vamos a brindar!
El anfitrión acudía raudo a la nevera y sacaba una botella para poner colofón a su noche triunfal. Pero entonces… un sonoro silencio hacía que su corazón dejara de latir. Las miradas de sus invitados se le clavaban como estacas. Y la botella que sostenía en su mano era la responsable:
¡¿Cava?! ¿¡Cava catalán!? ¡¡Home no me jodas Antonio!!
¿¡Tú quies envenenanos a todos o qué pasa contigo!? ¡¡¿Ónde tá la sidra?!!
Las palabras malsonantes daban paso a los insultos. Los insultos a los golpes. Las copas y cubiertos volaban por los aires, los niños gritaban, la abuela roncaba. La situación se hacía tan insoportable que el anfitrión era expulsado de sus propia casa, con el fin de evitar un mal mayor.
Afortunadamente, horas después, un Antonio arrepentido “volvía a su hogar” cual anuncio de “El Almendro”, y por fin era recibido con los brazos abiertos. ¿El motivo? Esta vez, había hecho bien sus deberes, y había comprado en un chino una botella de cada una de las variedades de sidra BRUT con DOP asturiana: Pomarina, Poma Áurea, Solaya y Emilio Martínez.
Así que ya sabes, si no quieres sufrir un episodio tan triste como el que vivió ayer Antonio, estas Navidades pide sidra BRUT y brinda con lo auténtico, ¡la sidra de Asturias!