Oviedo, calle Uría, 18:05 h. de la tarde, segunda planta de El Corte Inglés: moda mujer.
Faustino García Velasco, vecino de Grao, se había desplazado hasta la capital asturiana para “disfrutar” de una tarde de compras junto a Marisa Juliana Vallejo, su señora esposa. Las compras estaban aseguradas, ya que ayer no era un viernes cualquiera, era el “Black Friday”. Una jornada que le brindaba a Faustino, y especialmente a su mujer, unos fantásticos e irresistibles descuentos que había que aprovechar.
La competencia por conseguir los mejores productos estaba asegurada, así que el matrimonio moscón decidía madrugar y se presentaba en Oviedo a las 9:45 h de la mañana.
Las primeras dos horas de compras se vivían relativamente tranquilas. Únicamente se producía una pequeña tangana entre Marisa y unas señoras de León por una bragafaja con el 70% de descuento.
Pero al acercarse la hora de comer, Faustino mostraba las primeras señales de fatiga. Llevaba ya cuatro largas horas de compras, y necesitaba un tiempo muerto. Así que, tras pedir permiso a su mujer, se acercaba hasta la cafetería del centro comercial a tomar un café con leche con unas gotas de anís.
Pero la pausa no aliviaba la situación, sino todo lo contrario. Porque tres horas después, mientras sostenía media docena de pantalones y dos chaquetas de punto, Faustino empezaba a sudar visiblemente y a sufrir unas extrañas palpitaciones. Demasiadas horas en territorio hostil, cargando bolsas de ropa, esperando a la puerta de los probadores, y mirando la hora, resignado, una y otra vez. Porque, a la dramática situación del vecino moscón, había que sumar otro problema: había quedado a las 18:30 para echar la partida en el chigre y, aunque volviera sobre el Mercedes de Lewis Hamiltón, veía que ya no llegaba a su cita.
Entonces, algo hizo click en el interior de nuestro protagonista. Faustino, con la agilidad de un gamo, subía de un salto a uno de los mostradores, sacaba su cartera, extraía su Visa Oro, y agitándola con el brazo en alto gritaba:
“¡¡TA TOO PAGO REDIOS!! ¡¡¡¡SERÁ POR PERRES!!!!”
A continuación, dejaba su dirección apuntada en un papel para que le enviaran las compras, se echaba a su mujer a la espalda, y salía corriendo para el parking.